LA FIDELIDAD Y LA AMISTAD

Tico era un chucho de mendigo. Y, como tal, le encantaba seguir a su dueño a todas partes. Por las mañanas, cuando éste iba a recoger papel. Por las tardes, cuando iba a tomarse unos carajillos al bar y, por las noches, cuando apilaba cartones en la calle para dormir. El dueño de Tico lo compartía absolutamente todo con él, desde el muslito de pollo hasta el cartón-colchón y la manta. ¡A las pulgas les encantaba aquella democracia! Un día, el mendigo amaneció muerto, tieso de frío sobre los cartones. Lo enterraron. Y las pulgas del hombre saltaron a Tico, que siguió a su amo hasta la sepultura, y allí se quedó, quietecito, padeciendo muchas dificultades. Permaneció en el lugar durante más de diez años, mientras duró su breve vida de perro. Cuando murió, le pusieron una estatua en la entrada del cementerio, con una placa: HÉROE DE LA AMISTAD Y LA FIDELIDAD. Las pulgas, conmovidas, participaron del homenaje.

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