¿No les ha pasado nunca al descubrir algo pensar: como puede ser que no conociera esto? Pues es lo que me sucedió la semana pasada al leer el nombre de Louis Wain, dibujante inglés (1860-1939) que padeció esquizofrenia y que durante su trayectoria artística dibujó gatos, cientos de gatos. Gatos antropomórficos jugando al tenis, cocinando, tomando el té, patinando… Vestidos siguiendo al detalle la moda de la época y con expresiones faciales muy exageradas.Lo cierto es que me volví muy loca buscando información sobre él y durante unos días no he parado de buscar sus ilustraciones. Gatos de colores imposibles, gatos recorridos por una extraña electricidad estática que envuelve su silueta como un aura cambiante. Gatos con ojos como platillos volantes, desenfrenados, surgiendo de fondos de follaje intrincado en el que a veces se integran.Pero voy por partes. Un poco de su biografía:Al parecer Louis de niño era un pequeñuelo enfermizo, único chico entre seis hermanas. Su perenne enfermedad le hacía caer constantemente en ensueños con pesadillas recurrentes y era excluido de mezclarse con los demás niños por consejo médico. Las pocas ocasiones en que se encontraba bien para ir al colegio no iba a clase y se dedicaba a vagabundear solo por las calles de Londres.Wain estudió en la Escuela de Arte de la zona Oeste de la ciudad y trabajó primero como profesor y posteriormente como artista autónomo, dibujando animales y escenas campestres para revistas como Illustrated Sporting and Dramatic News y Illustrated London News.Pero su pasión por los pequeños felinos surge a raíz de la enfermedad de su mujer Emily con la que tuvo un breve matrimonio (apenas tres años) al morir ella de cáncer. Para entretenerla mientras estaba en cama, Louis enseñó a su gato Peter a llevar gafas y fingir que leía y otros trucos, mientras él tomaba bocetos del animal. Peter fue el que le inspiró en sus primeros trabajos sobre gatos, que en un principio eran más homogéneos, gatos de expresión similar, sin ropa, etc.Sus diseños pronto tuvieron muchísimo éxito, sus gatitos se extendían por las paredes de los dormitorios, de las escuelas y adornaban incontables postales, libros y revistas. La ubicuidad del gato de Wain llevó a H.G. Wells a decir que: “Los gatos ingleses que no se parecen a los de Louis Wain se avergüenzan de sí mismos”Pero aunque sus ilustraciones eran muy populares, (el Anuario de Louis Wain era todo un best seller), él malvivía de los escasos ingresos que le proporcionaban sus obras que vendía a bajo precio y de las que no controlaba los derechos de reproducción. En 1924 fue diagnosticado como esquizofrénico violento y enviado a una sala para pobres de un asilo del Sur de Londres. Wain estaba en un estado en que confundía ficción y realidad. De carácter habitualmente reservado llegó al punto de sufrir paranoias, sobretodo en su entorno familiar y creía que sus hermanas se confabulaban para mermar su estado de salud. Por ejemplo pensaba que el parpadeo de las pantallas de cine había robado la electricidad de sus cerebros.Aquí encontrarán un estudio psicológico a partir de algunos de sus dibujos que trata de mostrar la evolución de la enfermedad con el paso de los años. Nuestro querido Wain acabó sus días en el hospital de Napsbury en Hertfordshire, gracias a figuras como H.G. Wells o el Primer Ministro que reclamaron su triste estado al gobierno. Rodeado de jardines y de una colonia de gatos pasó sus últimos días en paz y dibujando por placer. Gatos de otro planeta, enjoyados de rosa, silenciosamente incandescentes. Gatos de amplia sonrisa, extraños y gozosos. Los sublimes dioses familiares de un lugar al que su creador llamaba Catland.
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